31/10/08

El placer de lo desconocido

A veces me gusta ponerme en las escaleras del Decanato a ver pasar la gente; gente con prisas, gente tranquila, estudiantes, profesores, PAS, unos con cargos, otros con estrés, otros... con cargos y estrés, otros con asignaturas arrastradas durante años, otros con conversaciones interesantes, otros con vidas y otros con matrículas de honor; pero todos, todos, con el futuro de muchas vidas en sus manos sin ser apenas conscientes de ello.

"¿Por qué Medicina?" Es una de mis preguntas favoritas para hacer a mis compañeros de campus; y rara es la vez en que la respuesta me satisfaga, pero es lo que hay. Muchos me responden con un "no lo se", otros con un "para ayudar a la gente", otros con un "para salvar vidas", algunos me reconocen qu es "porque se gana dinero" o "porque hay tabajo", y algunos sobradillos "porque no sabía qué hacer y me daba la nota". Hay de todo en este mundo. Pero mientras me apoyo en esa barandilla con mi lata de Coca-Cola, me pregunto si están pensando en salvar vidas, en el dinero o en el presente, la vida en la facultad.

Me resulta sumamente sorprendente lo fácil que es distraerse, evadirse, mientras eres universitario. Sinceramente, yo quiero ser médico. Pero cuando pienso en exámenes, clases prácticas, clases teóricas, entregar fichas, comprar apuntes, se me ha gastado el boli, tengo que sacar dinero, mañana hay una fiesta, ahora tomo un café, biblioteca a estudiar, segundo examen del mes, me cuesta recordar el por qué hago las cosas. Muchas veces me pasa que me encuentro en la biblioteca mirando musarañas, con la música del iPod resonando en mis oídos, y los apuntes delante, muertos de risa como quien dice; cuando de pronto me veo sin saber qué hago allí realmente. Inercia, todos sabemos que lo hacemos, sabemos que lo tenemos que hacer, sabemos que hay que hacerlo para ser médicos y, aunque no lo tengamos siempre presente, sabemos por qué queremos ser médicos. Es como un noble instinto que, por lo menos en mi caso, nos hace dormir con una sonrisa la mitad de las veces.

Lo mismo pasa con el resto de personas que componen nuestra vida de sanitarios. Nuestros profesores sacrifican tiempo de acción directa por el efecto exponencial, indirectamente ellos curan mil veces más que cada médico singular (pensadlo). El PAS nos facilita la vida cotidiana de facultad, permitiéndonos centrarnos mejor en nuestra formación. Y mucha gente más de las que no somos conscientes; como, por poner un ejemplo, los técnicos de la US que se encargan de que las webs funcionen (la mayoría del tiempo). El mundo gira sin cesar, para facilitarnos que nos convirtamos en lo que, por una razón u otra, queremos ser. Nos guste o no, somos un colectivo; nuestros deberes y responsabilidades son los mismos en cada caso sin importar nuestros motivos. Un ejército de batas blancas y fonendos, que escudriña con el ojo clínico.

Y entonces vuelvo a las escaleras del decanato y a mi lata de Coca-Cola que apuro en su agonía. Hora de volver al estudio, y echo un último vistazo a mis compañeros de trinchera, a los que caminan, a los que charlan y a los que fuman su cigarrillo. Todos distintos y todos lo mismo, los hay mejores y peores, unos seguirán, otros flaquearán; pero de momento todos luchan en el mismo bando. Y entonces sonrío, porque a pesar de que no se qué les pasa por la mente, y se que en ese momento no están pensando "todo esto lo hago por ser médico", se que en algún punto de su encéfalo hay una serie de sinapsis que les hacen seguir adelante. Y después de todo este tocho es cuando voy al tema.

En la variedad está la riqueza. No importa que todos seamos diferentes. Las razones de los demás, los deseos que ignoramos, son lo que al final nos permite apreciar al otro y formar un buen equipo. El placer siempre es algo a descubrir, la satisfacción radica en lo desconocido. Y por eso estamos en la facultad, ¿no? Para aprender y descubrir.

Tiro mi lata en la papelera, y subo las escaleras. Enciendo iPod, mis apuntes me echan de menos... Seguro.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta...

Anónimo dijo...

La primera vez que me preguntaron por qué quería ser médico mandé a callar a quien me lo preguntó.

Digamos que resulta incómodo reconocer que me estoy poniendo bajo la espada de Damocles sin una buena razón para hacerlo. En mi caso particular, no es "salvar vidas" ni "ayudar a la gente", ambas cosas se pueden hacer de muchas maneras que probablemente no conllevan tanta responsabilidad. No, en todo caso será un esfuerzo extra por mi parte olvidar la idea de que, entre nosotros, hay personas a las que dejaría morir cuatro o cinco veces. Llegado el caso.

Es un "deseo" egoísta, aunque no de ese materialismo cínico (no por ello menos respetable), que podría ser pero no es. Simplemente me imagino dentro de quince años y no me veo haciendo otra cosa. Punto. Todo lo que me separa de ello lo hago porque "Sí, de una manera u otra quiero ser médico, aunque sólo lo sepa porque si realmente no quisiera no me dejaría put*** de esta manera y las infinitas maneras que me quedan". No me parece algo muy noble, ni de lo que sentirse especialmente orgullosa.

Cierto es que acabaremos todos en el mismo barco, pero eso no dice gran cosa: si yo fuera vosotros ya me habría tirado por la borda. Y os tendría que dar la razón.

Menelwen dijo...

me parece muy cierta la reflexión, y me gustaría decirte que me ha gustado mucho el texto ^^. A mí ya me hiciste esa pregunta, y no recuerdo qué te respondí...

Elessar dijo...

Me ha encantado.

¿Por qué queremos [trabajar como] médicos? También es cierto que no tenemos una respuesta concisa que dar ni una única razón.

Unknown dijo...

Pues yo quiero ser médico para dos cosas: para curar al que pueda ser curado y cuidar al que no puede ser sanado.

Anónimo dijo...

Joder, como me ha llegado el texto... O.O