1/1/09

Cómo hemos cambiado...

...o no?





Hace poco, estaba haciendo el primer examen del presente curso. Todos nos apiñábamos en la puerta del aula (que por pura casualidad, es donde hicimos nuestro primer examen de la carrera), nerviosos, DNI en mano, esperando a que dijeran nuestros apellidos para entrar. Éramos un manojo de nervios: "¿Preguntará esto?"; "¿Caerá tal cosa?"; "¿Y si una no la sé...?".
Cuando nos sentamos al fin, me giré hacia una compañera que se sentaba a mi espalda, una chica que ha compartido conmigo muchos momentos de mi vida universitaria, ya que tiene un apellido cercano al mío, por lo que nos ha tocado hacer trabajos juntas, y en las prácticas, siempre hemos estado en el mismo grupo. Pues esa chica me sonrió y me dijo: "¿Recuerdas los exámenes que hemos hecho aquí?" Y sí los recordé. Esos y todos los demás. Y no pude evitar que mi sonrisa se uniera a la suya (una sonrisa que mientras escribo estas líneas, vuelve a aparecer).

Volvamos a días atrás, cuando aún estaba estudiando el susodicho examen. A decir verdad, no estaba nerviosa; los nervios empezaron a la puerta del aula, y creo que por pura costumbre. Eso no ocurría antes.
Tampoco antes hubiera entregado un examen la primera y hubiera salido del aula. Seguramente me hubiera quedado repasando, hasta que hubieran salido más personas, y sólo entonces yo me habría lanzado. Los días posteriores al examen, el nerviosismo se habría apoderado de mí, pensando una y otra vez qué pasaría si suspendía.
Cómo hemos cambiado... ahora no siento nervios, no me planteo nada, y tengo una filosofía más cercana a la aceptación en vez de a la lucha (lo cual no quiere decir que no luche por lo que es justo, pero ése es otro tema).


Pero esto no quiere decir que hayamos cambiado, ni mucho menos. Somos sólo niños ante un mundo que se abre ante nosotros con la esperanza de que tomemos algo de él, y se lo ofrezcamos al resto de personas. Yo os conmino a no perder la ilusión en esto, porque, si de verdad algún día podemos decir que hemos cambiado de verdad, ese día se habrá perdido todo propósito de realizar lo que nos gusta.


Como se suele decir, espero que no perdáis nunca la capacidad de sorprenderos e ilusionaros, aunque entréis en la tediosa espiral que puede ser vuestra vida. Entonces, sabréis que aún conserváis una parte del niño que fuisteis dentro de vosotros, y ése es el mejor regalo que puede tenerse (de hecho, me he planteado pedirlo para Reyes).

3 comentarios:

Fer dijo...

Sin duda es de los mejores valores que uno mismo puede tener ^^

Unknown dijo...

pues yo sigo poniéndome nervioso siempre xD

Anónimo dijo...

Eres una tangá... xDD